Una noche sin café

Me desperté y la vi a ella arreglándose para ir a trabajar, pensé en decirle algo, pero cuando me di cuenta de que ella no me vio despierto decidí permanecer en silencio observando.
Concentrada ella miraba al espejo y concienzudamente cuidaba de cada detalle, el cabello, ojos, el tono de la piel y contornos, a veces ella se alejaba de su reflejo y como quién tanto ya hizo eso entendía detalles que solo una mujer puede entender.
Ella era hermosa como de costumbre, pero no tan increíble como cuando nos conocimos o incluso cuando ella se vestía para salir todos juntos. Me quedé allí, pensando en todo el tiempo que se toma para permanecer irresistible y cuánto tiempo le tomó para hermosear cada vez que me iba a encontrar.
Me quedé pensando también en cuántas veces me olvidé de decirle lo mucho que ella estaba maravillosa. Esa mañana fingí estar dormido y cuando ella se acercó para darme un beso de despedida me la tiré de sorpresa para mi lado de la cama, miré en sus ojos que parecían no entender nada y le dije: ’ Lo siento cuando me olvido de decirte que eres La mujer más hermosa del mundo. Tengo la suerte de que me escogieras ’. Ella sólo sonrió, con la misma sonrisa increíble de siempre y que yo hace tanto tiempo no valoraba por la maldita costumbre.
Esa mañana que salió para ir a trabajar yo sentí una gran nostalgia de ella, una nostalgia que hace tiempo no sentía. Realmente me di cuenta de la suerte que tenía por tenerla a ella a mi lado y la suerte que tuve por entender eso sin necesidad de perderla.